

Luis de Tavira comparte en un libro un aforismo teatral para cada día del año
Escrito por: Tomado de Internet
Luis de Tavira (Ciudad de México, 1948) no sólo ha hecho del teatro su casa, sino su método para estar en el mundo. A lo largo de décadas de director, dramaturgo, pedagogo y ensayista, ha concebido la escena como un espacio donde el arte y la ética se entrelazan.
Ahora, ese pensamiento regresa en forma de libro. Este 30 de julio, el teatro El Milagro será sede de la presentación de la nueva edición de El espectáculo invisible (paradojas sobre el arte de la actuación), publicado por Ediciones El Milagro.
Se trata de un ejemplar atípico: 365 aforismos −uno para cada día del año− en los que De Tavira reúne ideas, intuiciones y destellos de lucidez surgidos durante ensayos, talleres y diálogos con actores. Este ejemplar se fue haciendo solo, explicó en entrevista con La Jornada.
Es fruto de meditaciones autónomas que me asaltaron en distintos momentos a lo largo de años. Notas que nacen de un asombro instantáneo ante el hacer vivo del arte dramático.
La estructura es igualmente poco convencional: carece de capítulos tradicionales y en cambio presenta tres grandes apartados: La comarca del actor, Poética del actor y Antigua novedad del teatro, que se despliegan en núcleos más pequeños, como El adentro del afuera, Ser o no ser, Actuar es reconocer, La palabra hecha carne, La identidad imaginaria y El arte del cambio.
Cada sección explora los dilemas éticos, técnicos y filosóficos de la práctica escénica. Como señala el pensamiento número 60: He aquí el dilema clásico del personaje: ser o no ser. He aquí la conjunción que hace al actor ser y no ser.
El texto evita fijar una técnica o imponer una escuela. Se acerca más a la poesía que al manual. Para Luis de Tavira, la actuación es un hacer que proviene del pensar, al revés de lo que suele creerse. Y pensar, afirmó, es mucho más que razonar: es intuir, buscar, hallar, crear.
Este libro está escrito para ser leído lentamente, porque llega con retraso a un tiempo apresurado. Así comienza la primera reflexión, y desde esa advertencia se perfila el aliento que recorre sus páginas: una escritura pausada que rehúye las prisas y esquiva las fórmulas.
En una época marcada por la inmediatez, el dramaturgo propone una lectura en voz baja, casi secreta, como acto de resistencia. Vivimos avasallados por una prisa compulsiva que ha dejado de ser vida para volverse alienación de la conciencia, advirtió.
Hoy más que nunca necesitamos conquistar el sosiego interior para disfrutar la presencia del presente.
La reflexión número 12 dice: Cuando una actividad eminentemente artística vende su soberanía al mejor postor en el intercambio mercantil, ese hacer deja de ser arte para volverse prostitución.
Al respecto, el autor fue contundente: Una obra de arte pertenece a aquello que no tiene precio. En la actuación el conflicto es más profundo, porque artista y obra son una misma entidad. Sin ética, entendida como aquello que hace ser, el arte pierde su esencia.
Ese hacer ser del histrión enfrenta la presión creciente de las industrias del entretenimiento. De Tavira observa con nitidez la amenaza: Cine y televisión han encerrado al actor y al público en la trampa de la mecanización. La robotización del intérprete, al servicio de la producción industrial, ha despojado la actuación de su sentido artístico.
En el aforismo 343 sintetiza: poco esparcimiento, escaso conocimiento, abundante publicidad, imágenes que embellecen la realidad y, sobre todo, basura.
El prólogo de esta edición, firmado por el crítico español Juan Antonio Hormigón, define a De Tavira como hombre de teatro integral, y celebra el carácter audaz del volumen: una escritura que parece emerger de otro ritmo, cuando aún se leía entre los boscajes, al estilo de fray Luis en su retiro salmantino. No es un tratado, es una brújula.
Tres mujeres con quienes el creador escénico ha compartido funciones, palabra y pensamiento lo acompañarán en la presentación: Julieta Egurrola, Marina y Stefanie Weiss.
Egurrola, presente desde sus primeros pasos de director, y sus colegas, cómplices también en la gestación del libro al alentarlo a reunir y dar forma a sus notas dispersas, compartirán el acto. Este volumen también es suyo. Es nuestro, reconoció.
Frente al dominio absoluto de la imagen, reiteró su fe en las artes escénicas como experiencia viva e irrepetible: “El teatro es una vía privilegiada para descubrir nuestra esencia. La actuación es el arte de la vida misma. Algunas actrices y actores excepcionales logran trascender la mecanización del cine y la televisión: las intérpretes de Bergman o los discípulos de Strasberg son prueba de ello.
“Actuar significa mucho más que imitar gestos o ejecutar secuencias: es desvelar un enigma, darle cuerpo y habitarlo.
“Precisamente, en uno de los pensamientos más líricos y precisos de la obra escribí: ‘la ficción es realidad mientras dura. ¿Qué otra cosa es la vida? ¿Qué otra cosa es la realidad, sino un instante prolongado?’”, concluyó.
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