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De La Habana a Cananea: la música que guió a Alina Ramos

Escrito por: Martha Chávez

Cananea, Sonora, a 06 de diciembre de 2025.- Desde las calles vibrantes de La Habana hasta los salones donde hoy ensaya la orquesta juvenil de Grupo México en Cananea, la música ha sido el hilo conductor de la vida de Alina Ramos.

No llegó por casualidad, fue el llamado que la formó y la acompañó desde que era niña en Cuba, un país donde la disciplina artística comienza temprano y donde los niños son educados para sentir, entender y respetar el arte.

Ramos, maestra cubana y directora del programa de orquestas y coros juveniles de Grupo México, comparte su historia con gran pasión y muestra el impacto social que la educación musical tuvo en su vida.

Su trayecto, marcado por la firmeza de su formación y por la alegría de un país que canta y toca música en su vida cotidiana, es hoy inspiración para los jóvenes de Cananea.

Su formación comenzó cuando tenía ocho años en la escuela de artes Pedro Raúl Sánchez en Pinar del Río. Era una niña observada por el oído musical de una tía directora coral y alentada por una madre convencida de que la música era un camino para moldear el carácter. Entrar a un internado no fue fácil.

Recuerda las noches lejos de casa y la tristeza de los primeros días, aunque también reconoce que esos momentos la hicieron fuerte y la mantuvieron enfocada en el camino artístico.

Después de siete años en el nivel elemental enfrentó uno de los retos más grandes de su vida al competir con estudiantes de todo el país para ingresar a la Escuela Nacional de Artes en La Habana.

Allí comenzó una doble especialidad poco común y muy exigente, con los instrumentos oboe y bajo eléctrico, que la obligó a sostener calificaciones sobresalientes y mantener una disciplina férrea impulsada por su familia.

Su carrera avanzó en el Instituto Superior de Artes de La Habana, donde descubrió una verdad que todo cubano reconoce sobre la diferencia entre la música académica y la música de la calle.

En las aulas estudiaba técnica, lectura y teoría, y afuera aprendía el son que se toca en las esquinas, el changüí que nace en el oriente del país y el guaguancó que aparece en cualquier fiesta improvisada.

Como dice ella misma, en Cuba todos están listos para “hacer sopa”, una expresión que significa cantar, bailar y dejar que la música fluya como parte de la vida cotidiana.

Con el tiempo aprendió a valorar a los músicos empíricos, aquellos que nunca pisaron una escuela pero que son capaces de tocar con una autenticidad que conmueve. Para Ramos, la formación no es solo técnica, es corazón.

Su llegada a México fue casi accidental. Un contrato de tres meses en Villahermosa se convirtió en una oportunidad que transformó su destino.

Participó en un casting para una orquesta infantil y juvenil del proyecto Esperanza Azteca y aunque su plan no era quedarse, la vocación de enseñar pudo más que cualquier expectativa laboral.

Los ciudadanos que la conocieron en Tabasco insistían en que volviera y esa insistencia le confirmó que su trabajo estaba dejando huella.

Hoy, desde Cananea, Ramos comparte los conocimientos acumulados durante años de formación intensa y también la esencia de su tierra con valores como la disciplina, el amor por la música y la certeza de que el arte puede transformar vidas.

Con emoción recuerda el consejo de su madre que le pedía seguir siempre el camino que marcara su corazón.

La maestra envió un mensaje a las nuevas generaciones para estudiar con disciplina, trabajar con entrega y amar profundamente el arte, porque la música no solo forma artistas, sino ciudadanos sensibles, responsables y conscientes del poder que llevan dentro.


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